Autores: Andrés Eduardo Rico Miembro fundador y CEO 2022-23 de AIpocrates.
Luis Eduardo Pino V, Fundador de AIpocrates.
Recientemente en una reunión virtual con algunos colegas investigadores surgió la pregunta sobre el papel actual de la semiología en un mundo altamente tecnológico y soportado por inteligencia artificial. Como era de esperarse se generó controversia respecto a la utilidad o no de los conceptos de esta bella rama de la medicina que nació con el arte-ciencia mismo.
Es claro que todos tenemos aún la romántica evocación del diagnóstico clínico magistral realizado por alguno de nuestros profesores. En ese recuerdo la observación aguda de ese médico sumada a un examen físico detallado hizo que muchos de nosotros nos inclináramos por las especialidades clínicas como la pediatría o la medicina interna. La semiología es una explosión de signos y síntomas, entre otros el signo de la danza carotídea y un soplo cardiaco grado 5 o 6/6 que dejaba entrever enfermedades como una endocarditis aguda o las valvulopatías reumáticas, sin dejar de lado la tuberculosis pulmonar sospechada solo por cambios en la piel o el estado nutricional, antes de realizar siquiera una radiografía de tórax, o enfermedades neurológicas como accidentes cerebrovasculares “mágicamente” localizados por los hallazgos clínicos sin recurrir a tomografías o resonancias, solo confirmados por ellas.
En los tiempos semiológicos puros el común denominador eran los estados avanzados de la enfermedad y diagnósticos que hoy en día consideraríamos tardíos, sin embargo, esas habilidades semiológicas siguen siendo deslumbrantes pues permiten realizar aproximaciones diagnósticas en escenarios de bajos recursos técnicos, situación que aún existe en muchas zonas geográficas de nuestro país.
La práctica de la medicina es evolutiva y ha sido dinámica en los últimos 500 años, sin embargo, en los últimos 50 años los avances tecnológicos han generado un cambio vertiginoso, la construcción del conocimiento se volvió continua, renovándose en cortos periodos de tiempo, pasamos de una era en la que los cambios en el estado del arte tomaban décadas y ahora son de una velocidad extrema, lo que obliga a los médicos a aplicar ciclos de “aprender – desaprender y reaprender” múltiples veces durante la vida profesional para mantenerse vigente, es decir para ser considerado un “buen médico”.
Con el advenimiento de nuevas tecnologías y múltiples recursos de apoyo diagnóstico, la detección de las alteraciones funcionales es más temprana, los estadios de diagnósticos son menores, e inclusive esto ha dado paso a pensar más en prevenir y predecir, personalizar y participar. Todo esto parece estar desplazando las antes bien calificadas y ejecutadas habilidades semiológicas hacia la necesidad de adquirir habilidades mas alla de la sola interpretación de los hallazgos clínicos y paraclínicos del proceso diagnóstico, las cuales, aunque superiores en rendimiento, corren el riesgo de convertirnos en unos tecnócratas.
Sin embargo seria necio ejercer medicina estática o regresiva y dejar de lado las bondades que nos han traído la tecnologías, entre muchas de ellas los desarrollos de inteligencia artificial.
Pero realmente ¿cómo estamos en el presente?
Muchas discusiones se han suscitado de como se practica la medicina actual, en un contexto de pago por evento, atención por volumen, aseguramiento mixto, altos costos, baja eficiencia etc y en medio de ello la muy nombrada medicina basada en valor, difícil de lograr con médicos “industrializados”, esclavos de la transacción y profundamente intuitivos. En dicho escenario, conceptos como productividad y facturación están a la orden del día, sin mencionar la quejas de los usuarios que abogan por una mejor atención y anhelan tanto a los médicos del pasado, pero exigiendo una medicina dinámica de resultados. En un sistema de amplia cobertura, acceso diferencial y calidad heterogenea.
En el siglo XIX se palpaba el thrill y se auscultaban los soplos cardiacos para clasificarlos en grados, pero a mediados del siglo XX se desarrollaron tecnologías, que actualmente permiten la detección de alteraciones cardiacas subclínicas a través de ecocardiogramas asistidos por softwares soportados en inteligencia artificial (visión de máquina) lo que a su vez permite la construcción de modelos en impresión 3D o las RNM en 4D, y que integradas a la multi-ómica conforman un Big Data altamente complejo, volumétrico y heterogéneo, cuyo análisis permite generar modelos predictivos y prescriptivos aplicables a la salud individual y poblacional, con un enfoque determinado para el logro de los desenlaces deseados, incluyendo la generación de experimentaciones exvivo como los gemelos digitales, un preámbulo al metaverso, o mejor al meta-health.
¡Ya es una realidad! el monitoreo ambulatorio de variables fisiológicas como el pulso, la actividad eléctrica cardiaca, la oximetria y la tensión arterial en dispositivos como relojes o pulseras. Estos “wearables”rastrean múltiples variables que censan nuestro micromundo, no solo con variables fisiológicas sino con otros datos que permiten optimizar los modelos predictivos previamente descritos.
El reconocimiento de la cianosis ha cambiado de la percepción sensorial del médico al wearable del paciente, el que avisa de una disminución en la saturación arterial de oxígeno (SPO2), o sobre la detección de un pulso irregular en un trazo de EKG tomado por el dispositivo.
Han surgido múltiples fuentes de datos en medicina, la necesidad de analizar esos datos, usar estos datos nuevos y liberar la información atrapada en los registros clínicos electrónicos olvidados en los anacronicos servidores.
La integración de todo lo anterior ha abierto la necesidad de los entornos colaborativos digitales para la salud, en los cuales hay un interacción entre el equipo médico y el paciente, interoperabilidad entre diversos actores a través una plataforma con requisitos de encriptación requeridos por ciberseguridad, más allá del consultorio, moviéndonos hacia modelos distribuidos en estructuras de blockchain.
Y en medio de esta narrativa ficcional el romanticismo medico se encuentra con la realidad. Como hemos mencionado previamente el sentido clinico del profesional debe mantenerse para integrar las demas competencias de interseccion del medico moderno. El diagnostico version beta debe llegar al cerebro medico a traves de la semiologia y la fisiopatologia, luego entonces el POCUS, el algoritmo profundo, el PET PSMA y la criobiopsia cobraran sentido, se hara exponencialidad.
Debemos entonces progresar de la semiología clínica de Suros a la semiología exponencial o Surox. El acto medico es un arte tecnologico, sigamos pintando bellos diagnosticos pero no dejemos de lado mejorar nuestro pincel y nuestras acuarelas.
No se deben desconocer las bondades de las ayudas tecnológicas, pero siempre se requerirá de una mente abierta observadora y crítica que los interprete e integr
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